miércoles, 5 de agosto de 2009

La crueldad

La crueldad, en suma, nace del sentimiento de la propia insuficiencia y menestorisidad, y es un mecanismo que busca compensar una inferioridad (real o imaginaria) mediante el procedimiento de dañar y dominar a otro, lo que genera un placer y una satisfacción que tienen su origen en el sentirse, aunque no sea más que durante el tiempo que dura el atropello, fuerte y superior. Mas consumado el goce, de nuevo brota la angustia, y el proceso volverá a ponerse en marcha una y otra vez, sea con la misma víctima, sea con otra distinta. Y hasta es posible que entre uno y otro ataque haya manifestaciones de arrepentimiento y promesas de regeneración. Es inútil: las más de las veces son falsas; pero aún en el supuesto de que fuesen sinceras, el dispositivo volverá a dispararse tarde o temprano, con el carácter irrevocable e irremediable de una ley.

Por lo demás, se trata de un mecanismo compensatorio sin parangón alguno en ruindad y vileza, porque la crueldad sólo se ejerce (sólo puede ejercerse) sobre alguien más débil (en el sentido que sea), y, no pocas veces, sin culpa alguna en las frustraciones que carcomen a su torturador: se trata, en muchos casos, de una mera víctima propicia, alguien que resulta accesible y a quien se puede maltratar sin correr mayores riesgos. Y, desde este punto de vista, la crueldad es una de las formas más estruendosas e infames de la cobardía:

«La cobardía, madre de la crueldad»


De: Alfonso Fernández Tresguerres.
http://www.nodulo.org/ec/2005/n046p03.htm